The Magnetic Fields se mueven solo si son atraídos por implicaciones problemáticas, áreas de conflicto existencial, fricciones emocionales y culturales, cambios de escenario. En cada disco, un juego, si no, ¿para qué sirve un disco? Si no, ¿qué es (todavía) un disco, cuál es su significado, su papel? Es, bueno, sí, ¿tiene sustancia? El nuevo desafío se titula Quickies, sin embargo se presenta con 28 canciones y una duración máxima de dos minutos y 35 segundos…
Una eternidad. En cuanto al resto, seis pistas tienen menos de un minuto de duración y doce entre el minuto y dos minutos. ¿Qué decir? A pesar de todo, si lo escucharás, descubrirás un gran disco. Uno de los más interesantes de 2020.
La crítica de ‘Quickies’, nuevo álbum de The Magnetic Fields
La consideración más banal podría referirse a la sustancia de estas canciones: el buen Stephin Merritt se confirma como un compositor versátil y humoral, capaz de revelar ideas melódicas tan efectivas con un canto brumoso («Love Fine Wrong», «The Boy In The Corner») y varias declinaciones de folk, rock e indie («Castle Down A Dirt Road», «Biker Gang», «When the Brat Upstairs Got a Drum Kit», «In a blackout»), pasando por insidiosos momentos pop («My Stupid Boyfriend», «The Day The Politicians Died», «She Says Hello»), linternas psíquicas mágicas («When She Plays The Toy Piano», «The Bigger Tits In History», «Come, Life, Shaker L ife!») y composición agridulce (la melancolía picante de «I’ Got A Date With Jesus», «Favourite Bar»).
Todo en nombre de arreglos esenciales y minimistas, pero sin renunciar obviamente al hábito de la auto-sustracción, dado que su voz está presente en menos de la mitad del disco y las melodías restantes se confían a las buenas voces de Claudia Gonson y Shirley Simms. En resumen, si quisieras lidiar con una nueva colección de piezas destinadas a encajar entre los engranajes de la vida cotidiana, para llenar los intersticios e imponerse a la baja intensidad de tanto, demasiado silencioso para vivir, es exactamente el nuevo álbum de The Magnetic Fields que estabas esperando. Pero también es algo más: es ‘Quickies’, se pone el acento precisamente en la fuerza irreducible de las canciones al mismo tiempo que corren el riesgo de reducirse a un componente perecedero de un proceso cada vez más mecánico. O, mejor dicho, algorítmico.
Como se sabe, la lógica de las listas de reproducción está produciendo una mutación estructural de las canciones, que tienden a ser más cortas, con énfasis en el estribillo que debe capturar a un oyente / usuario que pasa lo más rápido posible. De hecho, las canciones son el combustible de un mecanismo extremadamente complejo, precisamente por esta razón están sujetas a un refinamiento constante que las reduce progresivamente a su dimensión funcional, hasta que coinciden con sus partes útiles.
No debería sorprender, por lo tanto, que alguien pueda pensar en crear listas de reproducción compuestas de piezas que duran solo unos segundos y que los usuarios falsos (bots) «escuchen» en un bucle , generando para el autor un beneficio indudablemente deshonesto y, sin embargo, cómo decirlo, paradigmático. En cierto sentido, esas canciones falsas y esos usuarios igualmente ficticios concebidos representaban una anomalía, pero también los sujetos y objetos ideales para garantizar la máxima eficiencia del algoritmo.
Las nuevas y rápidas canciones de The Magnetic Fields encajan en este escenario como una especie de doble advertencia: subrayan la gravedad de un proceso global peligrosamente cercano a la deriva y, por otro lado, recuerdan la poderosa fragilidad de las canciones (¿es este el sentido de los arreglos espartanos?) , su esencia impredecible, volátil pero densa, cuyo formato solo puede tener lugar teniendo en cuenta lo fácil que es sofocar la llama de la expresión.
Por último: que Merritt sea un artesano capaz de impulsos artísticos (o un entusiasta total siempre dispuesto a profanarse a sí mismo: «Mi vida era mucho más divertida \ Y más entretenida entonces \ Desearía ser un prostituta otra vez ”), debe notarse cómo su repertorio puesto en perspectiva se asemeja a un desafío infinito lanzado a la dicotomía entre cantidad y calidad.
También por esta razón, cada uno de sus nuevos discos nos deja sin aliento. Casi siempre.