Este 2016 ha empezado con una serie de nuevos lanzamientos discográficos y en apenas dos meses (diría tres pero estamos solo al día 4 de marzo…) hemos podido escuchar los nuevos álbumes de artistas y grupos del calibre de David Bowie, Skunk Anansie, Panic! at the Disco, Megadeth, Suede, Rihanna, Massive Attack, Charlie Puth, Dream Theater, Sia, The Cult, Elton John, Foxes, Kula Shaker, Ronan Keating, Kanye West, Mya, Simple Plan, Wolfmother, Charli XCX, Anthrax…
Cada mes asistimos, afortunadamente, a una constante producción de nuevo material, prevalentemente del ámbito mainstream con buen espacio todavía dedicado al rock, al metal, al rap y a la siempre dinámica música electrónica.
Menos algunos cantantes, los más eclípticos y otros que no aman demasiado la popularidad y la fama, la mayor parte sigue el mismo tipo de recorrido: un par de demos o fragmentos leaked que aparecen improvisamente y ‘por error‘ en las redes sociales, algunas declaraciones de colaboradores y rumores con sucesivas desmentidas, un primer single adelanto siempre acompañado por el relativo videoclip, estreno en radio o TV en directo de uno de los temas, segundo single, entrevista con Rolling Stone o NME y lanzamiento oficial del disco.
Todo bonito, normal, cómodo y francamente correcto. Pero llega un momento, entre la primera y la última entrevista en que, después de haber revelado portada y tracklist, el solista o uno de los integrantes del grupo caen en la misma trampa de siempre: la auto-presentación del álbum.
Evidentemente la culpa es de los periodistas que todavía en 2016 insisten con preguntas retoricas del tipo ¿Que opinas de tu nuevo disco? Es cómo si alguien preguntara a una madre si su propia hija es guapa. Nunca contestará “!Es fea!“, ni siquiera se trate de la hermana gemela de Shrek…
¿Por qué los artistas dicen: mi nuevo disco será ‘el mejor’?
BAJO PRESIÓN: Ante todo hay que recordar que el momento del confronto con los medios nunca es cosa fácil. La imagen de un grupo, una banda o un cantante depende de su forma de relacionarse con los periodistas y este aspecto, en la carrera de un músico, es muy delicado. Existen muchos limites, muchas reglas que respetar, sobre la cabeza de un baterista o un frontman pesa la espada de Damocles de un contrato discográfico no siempre estable y siempre hay que recordarse que la comunicación es parte del marketing y de la promoción. Nadie es tan honesto de admitir que su trabajo, a veces fruto de meses y años de sacrificio, ha salido mal.
EL PÚBLICO: En segundo lugar no hay que olvidarse del público: los fans son muy exigentes, siempre quieren algo nuevo, original, mejor y no se les puede decepcionar. Es casi imposible igualar o repetir el éxito de un disco anterior así que, al menos con las palabras, se intenta crear una expectativa positiva. Son pocos las bandas (Beatles, Led Zeppelin, Elvis, Bruce Springsteen, Michael Jackson…) que ha sabido mejorarse constantemente y en determinadas ocasiones también ellos fracasaron. Las declaraciones optimistas y auto celebrativas de los músicos inciden muy poco en las ventas, hoy en día, en una época en que el tam-tam mediático (reseñas, críticas, webs, blogs y fanzines) y el pasapalabra digital (foros, redes sociales, chats) penetran en el mercado de una manera mucho más superior respeto a la publicidad fraudulenta.
¿Vale la pena mentir?
Las presiones que el artista recibe por parte del sello, los periodistas y el público no justifican pero la escasa honestidad intelectual. Es irreal, grotesco y ridículo que todos los cantantes entrevistados, con seguridad y certidumbre, afirmen que su nuevo disco es el mejor de la carrera.
Vale la pena pararnos un momento y reflexionar sobre la utilidad y la validez de estos juicios de valor. Probablemente sería mejor no contestar: la comunicación, para ser eficaz, tiene que basarse sobre una relación de confianza y sinceridad. Si en 2016 todavía Alicia Keys sigue afirmando que en su nuevo trabajo ha creado “la mejor música de su vida” pues hay algo que falla. Ya no se puede mentir, vender la moto (el casco y el sidecar) a la gente.
La mía no es solamente una exhortación, si no un consejo. Los fans más fieles, siendo tales, seguirán comprando los discos con afecto y curiosidad, deseosos de descubrir las novedades (si las hay) y opinar o jugzar. Esto también significa hacer música, es decir, compartir un mensaje y averiguar el punto de vista de gente diferente que nos ayuda a cambiar lo que no funciona y mejorar, como artistas y personas.
De no hacer esto, el riesgo es encerrarse en un Olimpo de cristal muy frágil donde las paredes están hechas de presunción y egocentrismo, el que empuja hacia el desequilibro del hacer y decir todo lo que uno quiere, sin reflexionar.
La música es arte y el arte nos gusta porque es imperfecta.
Si alguien os pregunta ¿cómo será tu nuevo álbum?, es mejor decir la verdad, o sea: “Es la gente que tendrá que juzgarlo, he intentado darlo todo y espero no defraudarles” y punto. ¿Es tan complicado?