Keith Richards tiene apenas 72 años e igual que Mick Jagger, es muy probable que sea inmortal. En caso contrario, el provocador guitarrista nacido en 1943 ha declarado al Daily Mirror desear que sus dos hijas Theodora y Alexandra, aspiren unas líneas de sus cenizas.
Bueno, todo está permitido a los dioses del rock pero la noticia más interesante es la publicación de CROSSEYED HEART el 18 de septiembre y que hemos tenido la oportunidad de escuchar con dos días de antelación.
Es un proyecto que llega tarde, 23 años después de “Main Offender” de 1993 y que incluye dos canciones que se quedaron fuera de “Bridges to Babylon”, vigesimoprimer trabajo de los Stones, por voluntad de Mick Jagger, como el mismo Keef cuenta en su biografía ‘Life’.
En CROSSEYED HEART está toda la vida de Richards, sus manos, sus solos, su voz rota, los Xpensive Winos y el amigo Bobby Keys, fallecido en 2014.
Descubrimos, canción tras canción este tercer disco firmado por Keith.
Crosseyed heart: El sonido de la guitarra parece venir de muy lejos antes de abrirse en un blues acústico siempre perfecto para abrir un álbum vintage como esto.
Heartstopper: Es un rock directo y raw, con el toque inconfundible, en la guitarra y en la ironía: “She’s a vegetarian, I love my meat. She likes it cool, I love the heat. But when she holds me something starts to loose”.
Amnesia: Una voz desde lejos, un chillido y un riff, una pequeña joya creada con poco: una voz y un trenzado de guitarras.
Robbed blind: Una balada acústica con la cálida voz de Keith en primer plano con un elegante piano que nos regala un tema de una belleza única.
Trouble: Ya hemos escuchado el single adelanto del álbum, es el resumen de cien años de música: rock’n’roll, riff y clase.
Love overdue: Uno de los grandes amores de Richards es mezclar instrumentos de vientos y guitarra en ‘levare’, esta vez con una letra dedicada a un amor perdido.
Nothing on me: Regresamos al rock, una rítmica siniestra con un órgano en pleno estilo Bob Dylan, alfombra perfecta para la voz que repite el titulo “No, they got nothing on me. They watch me like a hawk me, they even take me for a walk, they wait for me to squawk, but they got nothing on me”.
Suspicious: Los acordes de guitara se apoyan en la batería de Steve Jordan que sorprende con ritmos bastante ralentizados.
Blues in the morning: El tema más vintage del disco, con ingredientes que recuerdan a los albores del blues.
Something for nothing: Recuerda bastante “Trouble” por línea melódica y sonido, con coros y guitarras en crescendo.
Illusion: El dueto con Norah Jones, cuya voz entra en la mitad del tema, para ocupar casi totalmente el aire. Los dos protagonistas, tan diferentes y lejanos, se encuentran de manera fugaz solo hacia el final.
Just a gift: Posiblemente la canción menos interesante del disco, algo normal considerando el altísimo nivel general de las otras canciones.
Goodnight Irene: La versión del clásico de Leadbelly de 1933 encuentra su espacio aquí, después de las interpretaciones firmadas Tom Waits, Willie Nelson, Frank Sinatra. Una excelente ocasión para volverla a escuchar.
Substantial Damage: Parece un instrumental track, en realidad un tema irregular, original que permite a Keith cantar, chillar, declamar, sin limites.
Lover’s plea: El álbum termina con un tema muy delicado, como el amor atormentado del que habla y que solo puede ser contado de forma impecable con voz y guitarra. Mejor si es la de Keith Richards, of course.