Egoísta y distraída, la música se olvida de la guerra

Algunos dicen que la humanidad no está viviendo su mejor momento. En realidad nunca existió ese ‘mejor momento’ en esta tierra sangrienta y olvidada, donde unos cuantos kilómetros dividen el rico y prospero Occidente de zonas conflictivas, donde a diario pequeñas y grandes guerras fagocitan el futuro y la esperanza de millones de niños.

El ser humano está hecho para ser egoísta, para centrarse en su cotidianidad, su familia, el trabajo, el gimnasio, el coche, los impuestos… Quedan pocas energías cognitiva y físicas como para razonar o actuar en favor de los demás, siempre más vistos como enemigos, rivales, alguien dispuesto a aplastarnos.

El mundo siempre ha sido egoísta, materialista y oportunista.

Pero donde fracasó la religión y la ideología, a menudo la música consiguió despertar las conciencias de la gente, porque es la única arte intangible capaz de mover literalmente las masas, reconciliándonos con nuestra alma y nuestros sentimientos.

Ahora, a parte del egoísmo, nuestra gente vive de forma distraída, auto-referencial, proyectando hacia dentro todos sus esfuerzo y, de hecho, desarrollando una forma de vivir impermeable, superficial y alejada de cualquier tipo de problema. No queremos saber nada de Afganistán Iraq, Nigeria, Sudan, Congo, Birmania o Sudamérica… Actualmente en la Tierra hay 65 conflictos bélicos en curso con casi 700 grupos armados implicados.

Las informaciones que recibimos por los medios aparecen en las pantallas de nuestras televisiones e tabletas como si fueran películas, presentados por periodistas maquillados que recitan poesías sugeridas por el marketing sobre bandas sonoras épicas, contenidos que nuestros ojos perciben igual que un videojuego: realidad y ficción se confunden y así nuestros sentimientos que no sabemos si siguen siendo reales o solo son el fruto de la virtualización espectacular que aparece en la TV.

Son pocos los artistas y grupos que están dedicando tiempo y esfuerzos a criticar y denunciar lo horrores de las nuevas guerras, del terrorismo y de la incapacitad y la inutilidad de los organismos políticos, nacionales e internacionales: la denuncia política interesa siempre menos a los artistas.

Simplemente porque los jóvenes músicos se han criado en una sociedad en pleno estilo George Orwell y no tienen las herramientas culturales ni dialécticas como para crear canciones como ‘What’s Going On’ de Marvin Gaye, ‘Volunteers’ de Jefferson Airplane, ‘War pigs’ de Black Sabbath, ‘Eve of destruction’ de Barry McGuire o ‘Kill The Poor’ de Dead Kennedy, solo para mencionar algunas.

No solo falta la motivación para criticar la guerra y las violencias militares, falta también la ganas de afrontar temas complicados y problemáticos: la música ahora tiene miedo, es insegura como sus creadores, hijos del paro y de la incertidumbre, en un planeta donde las religiones promocionan el conflicto, los adultos son adolescentes mimados y todo lo que no divierte no interesa y, como consecuencia, desaparece de la portada y cae en el olvido.

Han pasado 59 años de la primera canción contra la guerra, la esplendida ‘Le deserteur’ de Boris Vian que atacó el gobierno francés de De Gaulle por la guerra en Algeria y los sucesos de Diem Bien Phu.

Desde entonces muchos otros han firmado singles de gran éxito capaces de hacernos quedar en silencio, obligándonos a pensar, abriendo nuestro corazón y madurando una diferente sensibilidad, distendiendo una mano hacia quien tiene menos, quien habla un idioma diferente, viste de forma rara, tiene un color de piel distinto o cree en un dios que desconocemos.

Para no perder el recuerdo de esa música que intentaba cambiar el mundo, os dejamos algunas de las canciones más significativas contra la guerra:

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