Frank Zappa moría en Los Ángeles el 4 de diciembre de 1999 por un cáncer de próstata, enfermedad que se llevó uno de los artistas más geniales del XXI siglo.
Músico polinstrumentista, genio de la vanguardia, irónico, personaje eclíptico y leyenda musical con una producción musical sin iguales.
Icono del rock, de los años 60 y 70, de la libertad, de la anarquía genial, con su característicos bigotes, excéntrico filosofo pop, rockero capaz de espaciar hasta el jazz, el fusión, el soul, la música clásica, siempre inmerso en una aurea psicodélica y rodeado de grupies, como recuerda Jim Kerrel “Un ídolo que insultaba a su público, un humorista sarcástico que vivía por la música”. Empezó cabalgando la ola “contra-contracultural” de la generación hippie hasta el final de su vida, 31 años después, conjugando peligrosamente su incorrección política y reaccionarismo.
Artista, cantante, compositor, productor… Pero sobretodo inspirador por otros grandes como Deep Purple (la celebre Smoke on the water nace por tras el incendio ocurrido a Zappa y los Mothers durante el concierto de Montreaux), Ramones, Dream Theatre… Hasta Paul McCartney confesó que el zappiano, Freak Out de 1966, lo había inspirado para Sargento Pepper.
Sus referencias musicales e inspiraciones eran Igor Stravinskij, Edgar Varèse, Olivier Messiaen. Zappa sintetizaba lo más radical de la cultura del siglo XX: Dadaísmo, Doo Wop, Música Concreta, Blues, Atonalismo.
Luchó contra la censura, musical y política (recordamos Joe’s Garage contra las prohibiciones del Ayatolah Khome en Iran), un músico venerable, artista e ideólogo que cambió la historia de la música popular con sus exabruptos.